lunes, julio 07, 2008

العربية

El otro día, durante una de las aventuras que suelo vivir en el centro del desmadre que conocemos como Guadalajara, vi, al detenerme en un semáforo en rojo, una tienda muy peculiar. Se trataba de una tienda de trofeos, la cual estaba llena, como pueden imaginarse, de trofeos.

En realidad, no me consta que fuera una tienda que se dedicara exclusivamente a vender ese tipo de cosas, o que siquiera se tratara de una tienda, pero lo que importa es que estaba: repleta de copas (AA, A, B, C, D, DD, DDD y así hasta el infinito), estatuillas, bandejas, figuras abstractas labradas y, sobre todo, de esos trofeos de varios pisos, rematados por la efigie miniatura de un futbolista en mitad del trámite de chutar una mentada pelotita, seguramente, para meter gol, si saben a qué me refiero.

Fueron estos últimos los que más llamaron mi atención, y los que a la postre despertarían mi imaginación/locura. No, no cobraron vida mágicamente las figurillas, pero sí me dejaron pensando: es natural que esta tienda venda trofeos coronados con futbolistas tamaño pitufo, por que mucha gente juega futbol, pero ¿y el monito? ¿Porqué tiene que tener esa figurita?

La verdad no supe responder a esa pregunta, pero no me importó al fin y al cabo, porque después vino otra, y otra, y muchas más: ¿Si hubiera un campeón entre los Homeless, qué figurita estaría en la cima del trofeo? ¿Y si se pudiera ser campeón en la vida? ¿y en la muerte? ¿y en el amor? ¿y en todos? ¿y en blogear? ¿y en cantar oaxaca hasta que el baño se jale solo?

Ai véanle.